Cuando Lindsey Buckingham y Stevie Nicks se unieron a Fleetwood Mac en 1975, la banda ya era un respetado grupo de blues-rock británico. Pero fue la llegada de Buckingham, un genio obsesivo del estudio y un guitarrista singular, lo que los transformó de una banda sólida a uno de los fenómenos más grandes y sónicamente innovadores de la historia del pop. Buckingham no solo tocaba la guitarra; la usaba como un arquitecto, construyendo paisajes sonoros complejos y texturas que se convirtieron en el ADN de la banda.
Su visión fue la fuerza impulsora detrás de la metamorfosis de Fleetwood Mac, llevando su sonido del pub de blues británico al soleado y complejo pop-rock de California. No es una exageración decir que él fue el productor no oficial de sus álbumes más grandes.
La Guitarra que Canta: Un Estilo Único
A diferencia de los guitarristas de rock de su época, Buckingham rara vez usaba una púa. Su estilo de fingerpicking, influenciado por el folk y el country, le permitía crear patrones rítmicos y melódicos simultáneamente. Su guitarra no solo tocaba riffs; cantaba, respondía a las voces y creaba contrapuntos intrincados.
El solo de “Go Your Own Way” es el ejemplo perfecto. No es un despliegue de virtuosismo técnico sin sentido, sino una explosión de emoción cruda y controlada, una tormenta de notas que captura perfectamente la furia y el dolor de una ruptura. O escuchen la delicadeza acústica de “Never Going Back Again”, donde su técnica crea un tapiz sonoro tan complejo que parece que hay varios guitarristas tocando a la vez.
El Alquimista del Estudio: Capas y Armonías
Donde el genio de Buckingham realmente se desató fue en el estudio de grabación. Su obsesión por la experimentación y la perfección lo llevó a pasar incontables horas apilando capas de guitarras, voces y percusión para crear un sonido denso y expansivo. El álbum de 1979, ‘Tusk’, es el monumento a su locura creativa.
En un acto de rebelión comercial después del éxito masivo de Rumours, Buckingham empujó a la banda hacia un territorio post-punk y experimental. Canciones como la que da título al álbum, con su extraña marcha de banda, o la crudeza de “The Ledge”, demostraron que era un visionario que se negaba a repetirse.
La Tercera Voz: El Arquitecto de las Armonías
Además de su guitarra, Buckingham fue el arquitecto principal de las icónicas armonías de tres partes de Fleetwood Mac. Entendía la dinámica entre su propia voz, la mística de Stevie Nicks y la calidez de Christine McVie como nadie.
Él era el encargado de arreglar las complejas estructuras vocales que se convirtieron en una de las señas de identidad de la banda. Esas armonías celestiales que se elevan en canciones como “The Chain” o “Dreams” son producto de su meticuloso trabajo como arreglista, la “tercera voz” que unía las piezas.
El legado de Lindsey Buckingham en Fleetwood Mac es el de un visionario que tomó una gran banda y la hizo histórica. Fue el científico loco en el laboratorio, el arquitecto del sonido que construyó la banda sonora de una generación.




